En respuesta a golpes físicos, tensiones,
problemas emocionales, etc. los tejidos del cuerpo se contraen. Cada célula tiene dentro de sí misma tejidos conectivos (microtúbulos) que tienen la habilidad de contraerse, una reacción del cuerpo frente al estrés.
En ocasiones, esta contracción (sobre todo si el golpe ha sido fuerte o el trauma emocional intenso) queda contenida en el cuerpo, limitando
su buen funcionamiento
y creando restricciones
que provocan problemas que pueden durar años.
La resistencia en los tejidos puede permanecer mucho tiempo después del trauma. La reiteración de algunos traumas provoca una tensión crónica en los tejidos
y a su vez, estos traumas pueden congelarse: memoria del tejido.
El cuerpo siempre trata de mantener un equilibrio homeostático: ante una restricción, el movimiento craneosacral se adapta alrededor. El tejido adopta un movimiento excéntrico en relación al organismo, pero equilibrado alrededor del punto de restricción.
El movimiento craneosacral las refleja como áreas de congestión o restricción.